Estos días están siendo muy raros para todo el mundo. Por eso, este jueves quería compartir con vosotros un diseño también raro, con el que tratar de poner un poco de alegría a la cuarentena: ¡os muestro una novia falsa!

Si, como leéis: una novia falsa. Y es que, hace tres años, mis amigos y yo decidimos preparar una inocentada para el 28 de diciembre a todos nuestros amigos de Facebook, a los que sorprendimos con la boda inesperada de nuestra amiga Cristina. Por entonces muchos vivían fuera —Madrid, Londres, Massachusetts…—, así que la ocasión se presentaba asimismo como una reunión navideña diferente.
Un mes antes ya decidimos quién sería la novia (en nuestro grupo ella es la que se presta al cachondeo a la mínima); el novio —tenía que ser alguien desconocido— fue un compañero de spinning de su madre al que conocimos ese mismo día; el fotógrafo, Alfredo; la peluquera y maquilladora, Ángela; y a mí —cómo no—, me tocó confeccionar el vestido.

Dado que lo organizamos con muy poco margen, tuve que darme más prisa que nunca para diseñar y hacerme con los tejidos, para patronar y preparar este encargo tan peculiar. Os confieso que no podía parar de reír mientras buscaba telas y lo imaginaba todo.

No podía arriesgarme demasiado con el diseño, porque ni el presupuesto era muy abundante ni tendría ocasión de hacerle una prueba. Ideé entonces un vestido sencillo: un cuerpo cruzado y sin mangas (no había ni tiempo ni tela para la manga larga), con la profundidad de la pinza trasladada al hombro, y una falda fruncida a la cintura.

Encontré esta tela con pequeñas flores bordadas que encajaba a la perfección con mi boceto. Y, para darle un toque de color, confeccioné un fajín para la cintura de raso rosa con un género que, pese a ser habitualmente empleado en disfraces, daba color al conjunto y combinaba con las flores fucsias del ramo, elaborado por otra amiga, que entonces trabajaba en una floristería.

Cristina daba el pego y todos, que nos pusimos guapos para la ocasión —yo llevé el vestido que os enseñé en el anterior post—, lo pasamos bomba.

Además, su familia también colaboró en la broma, porque su tío vino para hacer de padrino, en Bustiello nos dejaron las llaves de la iglesia para la ceremonia y luego tuvimos convite de empanadas y tortilla en casa de la madre de Cristina. Todavía hoy nos morimos de la risa cuando recordamos ese día.

¿Qué os parece mi primer vestido de novia? ¿Os ha gustado? Al menos espero que os haya alegrado un poco la tarde de este jueves tan extraño. Pero recordad: cuando salgamos de esta ya será primavera.
Yo también me quedo en casa.